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  • Foto del escritorMali

Ensalada de Col

Actualizado: 13 oct 2020



He visto cosas que no sabría explicar por qué sucedieron, por ejemplo lo de anoche. Hay restos de comida en el fondo del sillón, manchas de sangre en la tina del baño, cuatro calcetines impares al lado de la licuadora, un par de zapatos enfrente del refrigerador y un charco en medio de la sala.

Fue cumpleaños de Tito. Cumplió exactamente la misma edad de Kennedy cuando se convirtió en presidente de Estados Unidos. Su departamento es tan pequeño que ni siquiera sirve para echar una partida de voleibol, pero siempre hallamos la manera de entrar y no pegarnos un codo en la cara.

Tito empezó bien, con una michelada gigante y haciendo de barman con sus menjujes de alcohol y florituras acrobáticas para impresionar al público que le arrimaba el vaso desechable.

El sillón diseñado para que metan las piernas cuatro personas fue habilitado para que lo llenaran seis, entre ellos estaba Cristal que con sus rulitos de barbie sacudía el rostro de los demás en sus intentos por peinarse. Yo estaba sentada en un rincón de la cocina, con una michelada en mano y cuatro papas fritas en la otra. Miraba con cara de profesor en época de exámenes a todos los que empezaban a mover sus rodillas hacia adelante y hacia atrás como intentando sincronizar el ritmo de la música con sus articulaciones de maniquíes de clase de dibujo.

Todos los que sobrevivieron a la noche están dormidos, yo tengo esa manera terrorífica de ser persona solo si me levanto a las nueve de la mañana. Tito está dormido en el sillón, tiene el ombligo al descubierto y su mano izquierda cuelga como si fuera un embutido en un mercadillo medieval. Miro por los cuatro costados de la sala y no sé por dónde empezar a limpiar. Busco algo de comer y solo queda patatas fritas y un poco de ensalada de col sin refrigerar. Como. Me acuerdo de cuando llegó Armando a la fiesta con su enorme cinturón de cuero y sus ganas de cantar canciones de Vicente Fernández, de Paula y su desafinada guitarra comprada en Parácuaro y de las dos chicas, estudiantes de filosofía que se hicieron pasar por amigas de un tal Carlos que nadie conocía.

Tito está roncando, cada vez que ronca saca un burbuja de baba que se parece a la de una de jabón. Encuentro una bolsa de plástico, y empiezo a recoger todas las latas de cerveza que están en el suelo, en el costado del sillón y encima del refrigerador. Busco una silla y me pongo a pensar en el momento en que Cristal desafió las leyes no escritas de la amistad cuando se puso a contar a todo el mundo que Paula estaba enamorada de Armando y que Tito era un hombre feo con su piel seca como la de un cocodrilo, incapaz de enamorar a ninguna mujer. Por fortuna Armando estaba entretenido haciendo de disyóquey y Tito estaba negociando la compra de alcohol fuera del horario legal para una tienda de abarrotes.

He llenado cinco bolsas solo con latas de cerveza. Hay botellas de vodka, tequila y whisky desperdigadas por toda la casa, incluso llegan hasta el baño que sigue con la sangre seca que nadie limpió ayer. Agarro el trapeador para secar el charco que hay en la sala.

Cuando llegó Samuel, la fiesta ya parecía un volcán en plena erupción. Samuel venía de otra fiesta y ya estaba entonado.

Tito para preservar la integridad de su perro le había ordenado que se guardara en uno de los cuartos del departamento. No sé cómo fue que lo encontró Samuel, trajo el perro a la sala, le dio a beber cerveza y le dijo a Tito que se quería pelear con su perro, que le apostaba doscientos pesos a que le ganaba. Tito no hizo caso y le dijo que dejara en paz a su pobre perro que aullaba como un cantante de ópera en decadencia. Samuel insistió y Tito harto de tanta estupidez aceptó el reto.

Samuel se transformó en un Rottweiler, empezó a ladrar como un perro de pelea y el perro mestizo de Tito "Mantequilla" respondió sacando los dientes, Samuel se puso en cuatro patas, movía la cabeza de un lado a otro y fue el primero en atacar, se acercó a la pata derecha de Mantequilla y lo mordió, Mantequilla respondió con una mordida en la nariz que lo dejó con un cacho de carne colgando. Tito ordenó que pararan, ninguno de los dos hizo caso, fue corriendo al buscar una cubeta que llenó de agua y se las lanzó a los dos, fue la única forma de separarlos. Todos concluimos que había ganado Mantequilla. Tito le sirvió a manera de premio una cerveza bien fría.

Paula y yo nos llevamos a Samuel al baño para que se pudiera lavar sus heridas de la cara y bajarle el pedo. Cuando fue Cristal a ver a Samuel, este estaba totalmente empapado de sangre por el efecto del agua de la regadera, se desmayó del susto y hubo que reanimarla poniéndole una botella de vodka en la nariz. A Samuel le pusimos curitas y le pedimos un taxi para que lo llevara directo a su casa.

Armando está dormido en el cuarto de Tito, el olor a borracho me causa náuseas y corro al pasillo, Paula habilitó una colchoneta en medio del pasillo. Su cuerpo encogido por el frío se resguarda de una cruda segura en el momento que se despierte por el efecto de esas campechanas que bebió sin parar y que le hicieron vomitar en el lavabo y sumirlo por el peso de su cuerpo.

Como más ensalada de col, agarro las bolsas llenas de cerveza y me voy a explicarle a la portera de mi edificio porqué no llegué a dormir anoche.




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